Allá por el año 1993, Montse y yo decidimos iniciar una nueva aventura profesional. Conocíamos de dónde veníamos, sin embargo desconocíamos dónde nos iba a llevar.
Hasta el día de hoy, la historia da para unos cuantos post y más adelante compartiré algunas experiencias.
Sin embargo, hoy me quiero centrar en los recientes acontecimientos que estamos viviendo a nivel familiar.
La ley biológica sigue su curso y cuando menos te lo esperas, recibes tu primer revés.
De repente, pierdes a tu madre sin poder decirle adiós…
Entras en un cuadro de desorden mental, en el que luchas por no creer lo que te está ocurriendo. Sin embargo es real y no te queda más remedio que aceptar la Ley del Universo.
Sin poder remediarlo, tu mente retrocede buscando recuerdos con los que intentar encontrar el alivio. Tratas de traer los recuerdos al presente, de manera que puedas convencerte de que todo sigue igual.
Desde ese año 1993, la distancia nos ha robado muchos momentos al lado de nuestros seres más queridos y en algún momento llegas a reprocharte si has hecho lo correcto…
No hay vuelta atrás, no me puedo quejar, sería muy injusto. Hemos crecido como personas, hemos aprendido, tenemos dos hijos (Paula y Marc) que tanto a Montse como a mí, nos invitan a soñar, ya que su calidad humana supera nuestros mejores deseos.
… y como no puede ser de otra manera, te preguntas, qué he aprendido?
Pues bien, las prioridades en mi vida van a cambiar!!!
A nivel profesional estos días he aprendido que soy un gran afortunado, ya que las muestras de cariño, tanto presenciales como personales, han confirmado que tengo, de verdad, otra familia que me hace sentir querido y arropado en los peores momentos. Nunca dudé que fuera así, sin embargo, jamás imaginé el alcance.
A nivel personal, no desperdiciaré momentos. Todos aquéllos que la vida me permita disfrutar, con mi mujer, mis hijos, mis hermanos, mis cuñados, mis suegros, mis amigos, mi otra familia y MI PADRE, serán momentos insustituibles.
A MI PADRE, escrito en mayúsculas, porque muchos sabéis de él por lo mucho que os he hablado de él, por el orgullo que siento como hijo de ver que a sus jóvenes 83 años, sigue siendo ese espejo para mí.
Honestidad, honradez, fidelidad, y no sé cuantos adjetivos más… todo ello reflejado en una persona admirable. Inteligente y dotado de unos recursos dignos de cualquier jovencito.
Así pues PAPÁ, espero estar a la altura que te mereces y que entre todos nosotros, más unidos que nunca, te hagamos sentir que tienes toda una vida por delante.
Sé que hoy es el momento de exteriorizar lo que sentimos en nuestro interior, pero sé también PAPÁ, que tenemos mucho por delante que hacer y disfrutar, porque hay una estrella en el cielo, que se sentirá orgullosa de ello.
En definitiva, PAPÁ, hola de nuevo!!!
Tu hijo que te admira, Luisín.